La publicidad invade el espacio público de nuestras ciudades
La ocupación del espacio público por parte de la publicidad –comercial, corporativa– a gran escala, es un fenómeno en clara expansión y prácticamente sin réplica.
El afán de las empresas por promover e imponer sus marcas y
productos, y en definitiva atraer a los compradores, encuentra en el
espacio urbano un amplio catálogo de emplazamientos donde extender su
publicidad. Coronación de edificios, fachadas, medianeras, vallas de
obras, mobiliario urbano, cabinas telefónicas, vehículos de transporte
público, paradas de autobuses, estaciones de metro, sirven como soporte
de todo tipo de elementos publicitarios: lonas gigantescas, rótulos
luminosos, pantallas... que asaltan a un espectador cada vez más
aturdido.
Esta clase de publicidad callejera, que se suma a la de los medios de
comunicación o los eventos deportivos, sociales, culturales, etc., es
especialmente insidiosa dado su carácter inevitable, pues a diferencia
de lo que ocurre con los anuncios habituales en prensa, radio o
televisión, los reclamos en el espacio exterior no pueden ser fácilmente
eludidos (pasando página, cambiando de emisora, o simplemente dejando
de comprar el periódico), sino que el receptor se encuentra expuesto a
ellos, obligado a verlos incluso contra su voluntad.
De aquí el creciente interés por parte de las empresas, que cuentan
con la colaboración de una administración en plena fiebre recaudadora,
por explotar las distintas modalidades de publicidad urbana. Un
formidable negocio que tiene como consecuencia la comercialización del
espacio público, convertido progresivamente en espacio de la publicidad
(lo mismo ocurre con los transportes públicos y especialmente con el
metro), con lo que comporta de privatización del mismo, de contaminación
visual de carácter mercantil.
La invasión creciente del espacio urbano tiene su colofón en el
descontrol del extrarradio, ámbito donde se amontonan los carteles en
los alrededores de las autopistas, los polígonos y los centros
comerciales. O donde surgen concentraciones de postes publicitarios que
llenan los intersticios de las carreteras en que han degenerado los
campos y entornos fluviales. La permisividad más absoluta parece haberse
apoderado de la periferia MURCIANA, donde la publicidad crece a un
ritmo inusitado, degradando aun más, si cabe, el paisaje. Especialmente
ejemplificadora resulta la colonización de la zona de las urbanizacionoes de La Alcayna y Altorreal , con su acceso transformado en un lamentable pasillo publicitario y
el propio recinto habilitado por sus gestores como un gran centro de
consumo.
#ecologista
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