martes, 7 de febrero de 2017

CONTAMINACIÓN VISUAL DE CARACTER MERCANTIL

La publicidad invade el espacio público de nuestras ciudades La ocupación del espacio público por parte de la publicidad –comercial, corporativa– a gran escala, es un fenómeno en clara expansión y prácticamente sin réplica.

El afán de las empresas por promover e imponer sus marcas y productos, y en definitiva atraer a los compradores, encuentra en el espacio urbano un amplio catálogo de emplazamientos donde extender su publicidad. Coronación de edificios, fachadas, medianeras, vallas de obras, mobiliario urbano, cabinas telefónicas, vehículos de transporte público, paradas de autobuses, estaciones de metro, sirven como soporte de todo tipo de elementos publicitarios: lonas gigantescas, rótulos luminosos, pantallas... que asaltan a un espectador cada vez más aturdido.



Esta clase de publicidad callejera, que se suma a la de los medios de comunicación o los eventos deportivos, sociales, culturales, etc., es especialmente insidiosa dado su carácter inevitable, pues a diferencia de lo que ocurre con los anuncios habituales en prensa, radio o televisión, los reclamos en el espacio exterior no pueden ser fácilmente eludidos (pasando página, cambiando de emisora, o simplemente dejando de comprar el periódico), sino que el receptor se encuentra expuesto a ellos, obligado a verlos incluso contra su voluntad.

De aquí el creciente interés por parte de las empresas, que cuentan con la colaboración de una administración en plena fiebre recaudadora, por explotar las distintas modalidades de publicidad urbana. Un formidable negocio que tiene como consecuencia la comercialización del espacio público, convertido progresivamente en espacio de la publicidad (lo mismo ocurre con los transportes públicos y especialmente con el metro), con lo que comporta de privatización del mismo, de contaminación visual de carácter mercantil.

La invasión creciente del espacio urbano tiene su colofón en el descontrol del extrarradio, ámbito donde se amontonan los carteles en los alrededores de las autopistas, los polígonos y los centros comerciales. O donde surgen concentraciones de postes publicitarios que llenan los intersticios de las carreteras en que han degenerado los campos y entornos fluviales. La permisividad más absoluta parece haberse apoderado de la periferia MURCIANA, donde la publicidad crece a un ritmo inusitado, degradando aun más, si cabe, el paisaje. Especialmente ejemplificadora resulta la colonización de la zona de las urbanizacionoes de La Alcayna y Altorreal , con su acceso transformado en un lamentable pasillo publicitario y el propio recinto habilitado por sus gestores como un gran centro de consumo.
#ecologista

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